LA BARONESA LIBRERIA
“De la colección me atrae, sobre todo, su índole arbitraria, todo lo que la asemeja al juego del arte (y al arte del juego), su compromiso con lo inalcanzable. Al priorizar lo que falta, consigue relanzar el deseo y así extiende, como en la escritura, un placer ansioso, siempre dispuesto a multiplicar las series para ampliar el yo, para cargarlo, aunque sea fugazmente, de sentido”, dice María Negroni en uno de los textos incluidos aquí, y sus palabras podrían hacerse extensivas a todo el libro. Es que en este inventario de fetiches y objetos maravillosos –potencialmente inagotable e infinito como cualquier colección– está en primer plano la mirada inquieta de quien bucea en los pliegues del arte y la cultura para encontrar misterios mínimos y develar la belleza de lo que se nos esconde.
A diez años de su publicación original, Pequeño Mundo Ilustrado incorpora nuevas entradas con la intención de seguir poblando la enciclopedia portátil de obsesiones de su autora. Ordenados alfabéticamente, los ensayos breves que componen este volumen nos sumergen en un universo hecho de muñecas autómatas, freaks, dioramas, y de paisajes con castillos, bibliotecas, museos y jardines zoológicos. Pero también nos revelan secretos de artistas y escritores como Charles Baudelaire, Erik Satie, Walter Benjamin, Joseph Cornell, Lewis Carroll, Luis Buñuel y Rainer Maria Rilke, entre muchos otros, que nos permiten echar una luz nueva sobre lo ya conocido. La operación por la cual Negroni exhibe la mecánica textual de sus predilecciones es poética: con palabras precisas y un ritmo inconfundible, pone en abismo las asociaciones más inesperadas y abre el camino para que los lectores sigamos explorando estos senderos, siempre tomados de su mano.
“De la colección me atrae, sobre todo, su índole arbitraria, todo lo que la asemeja al juego del arte (y al arte del juego), su compromiso con lo inalcanzable. Al priorizar lo que falta, consigue relanzar el deseo y así extiende, como en la escritura, un placer ansioso, siempre dispuesto a multiplicar las series para ampliar el yo, para cargarlo, aunque sea fugazmente, de sentido”, dice María Negroni en uno de los textos incluidos aquí, y sus palabras podrían hacerse extensivas a todo el libro. Es que en este inventario de fetiches y objetos maravillosos –potencialmente inagotable e infinito como cualquier colección– está en primer plano la mirada inquieta de quien bucea en los pliegues del arte y la cultura para encontrar misterios mínimos y develar la belleza de lo que se nos esconde.
A diez años de su publicación original, Pequeño Mundo Ilustrado incorpora nuevas entradas con la intención de seguir poblando la enciclopedia portátil de obsesiones de su autora. Ordenados alfabéticamente, los ensayos breves que componen este volumen nos sumergen en un universo hecho de muñecas autómatas, freaks, dioramas, y de paisajes con castillos, bibliotecas, museos y jardines zoológicos. Pero también nos revelan secretos de artistas y escritores como Charles Baudelaire, Erik Satie, Walter Benjamin, Joseph Cornell, Lewis Carroll, Luis Buñuel y Rainer Maria Rilke, entre muchos otros, que nos permiten echar una luz nueva sobre lo ya conocido. La operación por la cual Negroni exhibe la mecánica textual de sus predilecciones es poética: con palabras precisas y un ritmo inconfundible, pone en abismo las asociaciones más inesperadas y abre el camino para que los lectores sigamos explorando estos senderos, siempre tomados de su mano.